
Una persona sostiene un ramo de rosas que parece fundirse en su rostro y de esta manera esconde su identidad. Las espinas penetran en sus manos sangrantes, un pétalo cae hacia la altura de su pecho y queda protegido por una corona de luz. Entre las manos y las flores emergen perlas que se extienden entre los pétalos y acentúan la belleza trágica de la imagen. La obra se llama La Angustia, un óleo pintado por la talentosa artista visual Belén Fernández. Sin tratarse de una pintura abiertamente autobiográfica y sin querer agotar su significado, uno podría imaginar cierta conexión con algunos hechos que marcaron la vida de la artista y ayudaron a construir su singular estilo. Por un lado, su temprana fascinación estética por las imágenes religiosas, ya que la obra remite claramente a la imagen del Sagrado Corazón. Por otro lado, ese rostro oculto, tal vez lastimado, podría inducirnos a pensar sobre el problema visual que afecta a su autora, una miopía degenerativa en uno de sus ojos, que ella misma describe como su herida invisible. Esta obra, que fue expuesta en galerías y centros culturales en varias partes del país, permanece desde hace un tiempo colgada en la pared de la casa de sus padres. Esto responde a la negativa de la artista de seguir formando parte del mundo del arte contemporáneo y también al éxito obtenido en su nueva faceta creativa, como ilustradora y concept artist.
Belén Fernández nació el 2 de diciembre de 1991 e inició su formación en la Escuela Rogelio Yrurtia, realizó talleres con importantes artistas, estudió un tiempo Artes Visuales en la UNA y en esa misma universidad completó la Licenciatura en Crítica de Artes. Su obra obtuvo diversos reconocimientos como la segunda mención en el premio de pintura de Fundación Vittal, fue seleccionada en el salón Manuel Belgrano, en la Bienal de Arte Joven de Santa Fe y dos veces en el concurso de artes visuales de Fundación UADE.
Su estilo único dentro del arte figurativo pone de manifiesto su experticia técnica e histórica. En él se advierten elementos de un amplio espectro que va desde el arte del Renacimiento hasta un temprano impresionismo, con el agregado de tintes surrealistas y cierta estética derivada de la cultura popular. Desde finales de 2018, traslada su sello como artista al campo de la animación, trabajando como fondista en proyectos tan variados como la publicidad Mundo Mogul (2019) y la película Koatí, próxima a estrenarse. Mientras en el ámbito del arte contemporáneo algunos se lamentan el alejamiento repentino de su joven promesa, otros siguen requiriendo de su talento innato ya que consideran con justa razón que su obra se encuentra entre las más logradas dentro del panorama actual del arte argentino. Sin desatender a lo que sucede en la escena artística, Belén Fernández ha conseguido reinventarse, otorgándole una nueva vitalidad a su trabajo. Todo un desafío para una artista que quiso dejar el mundo del arte, pero a la que el mundo del arte no quiso dejar.
¿Cómo fue tu primer acercamiento al arte?
Cuando era chica iba al colegio católico Madre del Buen Consejo en Mataderos, donde vivía. Tenía una construcción colonial. A un costado estaba la capilla, y creo que algo de esas imágenes, de esos Cristos, de la Virgen con el niño, me gustaba estéticamente. Algo de ese barroquismo me llamaba mucho la atención. Me acuerdo de ver las cosas, de la contemplación, la sensación de observar detenidamente. En ese momento no usaba anteojos, si bien no veía tan mal, pero cuando vas perdiendo un sentido te volvés muy atento. También me acuerdo de San Pantaleón en su santuario, una imagen muy sufriente pero hermosa. Yo creo que ese es mi primer acercamiento con el arte. Después tiene que ver con mi familia, a la que siempre le encantó que yo dibujara, casi como una monería. Entonces me impulsaban, me compraban cosas para que dibujara. Fui a la escuela de arte, recomendada por la maestra de plástica.

¿Cuáles son tus principales influencias?
Evangelion me marcó. Después de más grande conocí a John Currin, que me encanta. Miyazaki me parece bellísimo: La princesa Mononoke. Después, Placebo que es una de mis bandas favoritas. CLAMP, los que hicieron Sakura Card Captor, tienen una estética muy hermosa. El diseñador Alexander McQueen, David Lynch. De todo. Scorsese me encanta. En literatura Fitzgerald. Tiene algo melancólico, está todo mal en el fondo. Cuando está todo bien, desconfío.
¿Cuáles son los temas que más te interesan trabajar?
Yo tengo dos cuestiones. Por un lado, me gusta mucho la parte técnica de la pintura, eso se ve más en el concept. Tengo un interés en afilar esa técnica de que quede mejor el color, de que quede mejor la anatomía, etc. Es muy de la ilustración eso. Después, como tema, la cuestión del dolor. Me gusta contar el sufrimiento con mis obras, esa especie de penuria constante. Yo soy muy decimonónica, pero en todo sentido. Es el final de El Lago de los Cisnes, tiene que terminar mal. Y cuando yo trabajo en ilustración nada que ver, es todo felicismo prácticamente. No me gusta la obra de orden felicista porque siento que no estamos en un momento feliz. Una vez estaba en una inauguración, y dije: “¡Qué desgracia haber nacido!”. Uno es consciente de su vida a partir del sufrimiento. Vos nacés, y lo primero que pasa es que te pegan para que te asustes y respires. Vivir es traumático.
En mis óleos ya tenía construido cierto imaginario, ciertos símbolos, íconos que los sentía muy propios como las espinas, las perlas, la sangre.
Yo ahora tengo dolor físico por el tema del ojo. Siento que tengo que expresarlo de alguna manera porque es una herida invisible, se me va degenerando la retina. En un miope común, el ojo deja de crecer, como me pasó con el otro afortunadamente. El izquierdo sigue creciendo pero la retina no lo hace, se va estirando y cuando pasa eso empieza a romperse. Pero vos no lo sentís, es un proceso muy lento. Tengo una herida que no puedo ver pero sé que está y me duele.

¿Cómo podrías retomar esa simbología que construiste y adaptarla en esta nueva etapa de tu obra?
Sigo con ganas de pintar el dolor, y me pregunto: “¿Cómo pintarlo sin pintarlo?”. Bueno, eliminando el color. Si elimino el color, puedo pintar sangre sin que se vea como sangre, puedo contar el sufrimiento. El óleo tiene un dejo demasiado realista.
¿Cómo contar el dolor pudiendo poner por delante el placer estético? Si yo pinto un cuadro y los demás sufren con ese cuadro, nadie lo va a querer seguir mirando porque va a producir un rechazo visual. Pero si pinto un cuadro sobre el dolor, que la gente tenga ganas de seguir mirando, eso podría conjurar una obra más interesante, donde podría contar lo que tengo ganas de contar, y que los demás puedan sostener el vínculo de la mirada. Yo sentía que en algún punto, si vos pasás cierto nivel de agresividad, rompés el vínculo. Se me ocurrió volver a hacer obra, en monocromo, desde el dibujo pero que sea como esos grabados en piedra del siglo XIX, medio litográficos. Estoy pensando en volver a retomar ese universo que dejé.
El dibujo siempre fue muy importante en tu obra. ¿Seguís dibujando de manera tradicional?
Sí obvio, trato de dibujar todos los días de manera tradicional. También porque me ayuda a que el ojo bueno esté mejor, me da más agudeza visual. Muchos artistas contemporáneos creen que dibujar es un medio y para mí es una forma de vida. De hecho Foucault en Las palabras y las cosas lo menciona como una de las formas de acceder al conocimiento. Si yo te digo ahora, no te mires los zapatos y dibujame los zapatos que tenés puestos seguramente no los dibujes tal cual son porque no los recordás. Pero si vos te los ponés a dibujar en frente y los copiás, vas a aprehenderlos. Vas a poder recordarlos porque vas a observar y los vas a reconocer. Por eso, el dibujar figurativamente no es una simple copia, es volver a conocer el mundo.

Actualmente te presentás como ilustradora y concept artist. ¿En qué consiste tu trabajo como concept artist?
El concept artist es la persona que dentro del pipeline de una producción audiovisual trabaja en preproducción haciendo pre-visualizaciones de como se tienen que ver las escenas. Cuando es animación, ya sea 2D o 3D hay que visualizarlo antes. El concept se divide en diseños de personajes y diseño de fondos y también tenés la parte de iluminación y color de escena. Mi especialidad son los fondos e iluminación y color de escenas. El director de arte y el director te dicen: “Mirá, este es el storyboard, tenemos que hacer esta escena, se tiene que ver así”. Entonces vos hacés el diseño de la escena, diseñás el espacio. Si es una producción grande son varios. Si necesita fondos, hacés el fondo. Ese sería más o menos mi trabajo. Soy la persona que ejecuta la visión del director y del director de arte.
Hace poco escribiste en tu Instagram: “lo que más me gusta de pintar es poder transmitir un momento, una hora del día, una sensación con el color”. ¿Cómo utilizás la luz y el color para generar ese momento?
Soy muy intuitiva a la hora de pintar. Si me gusta, funciona y si no me gusta, no funciona. Igualmente hay formas. En especial si estás trabajando con una publicidad. El director de arte te dice que transmita algo o que tenga muchos colores. Eso me pasaba en Mogul. Es todo un desafío intelectual, técnico. Tenés que lograr equilibrar “muchos colores” que es muy random con algo que quede armonioso, y que sea lindo. Hay que ser inteligente, meditativo y escuchar lo que te están diciendo entre líneas. Es como ser medio mago. Lo que a mí más me gusta pintar o dibujar es la luz, tengo poco dibujo lineal.

¿A qué se debió tu repentino alejamiento del mundo de las artes visuales?
En un momento dejé de hacer obra porque me cansó. Regalé todos mis óleos, todos mis acrílicos. Me guardé unos óleos en una caja por si algún día volvía a pintar, y regalé el caballete de dos metros, tela, rollos de papel. Saqué casi todos mis cuadros de las redes sociales, cambié todo, me dejó de seguir un montón de gente, yo dejé de seguir a un montón de gente. Me desilusioné mucho de como eran las cosas porque creía en el arte con palabras mayores. Eso en lo que creía no existía o por lo menos no existía más. En un momento entré en una clínica de obra en Artistas x Artistas de la fundación El Mirador y ahí conocí más el mundo del arte por adentro, lo bueno y lo malo. Tiene cosas muy buenas como por ejemplo, tengo un amigo que es artista y hace cosas de diseño y le pregunto si me puede diseñar un parche, lo hace y me lo regala. Por otro lado, tiene cosas malas como algunas personas que son muy competitivas o capaz en una muestra te corren la cara, no te saludan porque no sos tan canchero, no estás tan de moda o no sos tan “cool”. No sé en que momento fue, que de algún modo terminé entrando en ese mundo aunque a mí no me gustaba y en un momento me enojé y me fui de todo. Pero por más que me haya querido ir la gente se acuerda de mí. Sigo estando en contacto. En el mundo del arte siempre hay alguien que se acuerda de vos, y que te manda un mensaje porque te quiere preguntar algo, para que lo ayudes con una obra, porque tiene que terminar un cuadro, por el motivo que sea. Si hoy por hoy me proyecto a hacer obra es solo con el objetivo de hacer cuadros. Yo lo tengo muy claro, no quiero depender económicamente del mundo del arte porque es muy complejo. Siempre tenés que estar dependiendo de un galerista, de que el galerista tenga ganas de ponerse a vender obra, y de que tu obra pegue en un momento indicado.
En menos de una década tu obra formó parte de varias exposiciones. Hoy en día, ¿cómo imaginás tus pinturas en relación con una exposición?
Te digo la verdad, con el tiempo, no sé si me gusta exponer mi obra, porque te deja una sensación de vacío. Hiciste todo eso para que vaya un día un montón de gente y después quede ahí abandonado. Es rarísimo. Cuando expuse en el Sívori que entré al Salón Municipal, la gente iba, se sacaba fotos con el cuadro y las publicaba en Instagram. Me pareció horrendo [risas]. Hoy ni busco exponer. Siento que ese tipo de circulación de imágenes está super pasada, salvo que sean cosas que necesariamente las tengas que ver en persona. El arte visual en exposiciones es un evento turístico, y una persona cuando va a ver una película siente más cosas, está más involucrada con eso que cuando va a ver una exposición de arte. O cuando se compra un libro y lo lee en su casa solo, es distinto.

Seguramente el mayor problema es que la gente no le dedica tiempo suficiente a la contemplación. Luis Felipe Noé dijo que mucha gente observa una muestra como pasando el plumero, sin detenerse en cada obra. A su vez, también existe el espectador interesado que se puede conmover.
No sé, lo que creo es que si en algún momento mi obra está en un museo, ojalá que esté muerta para no verlo [risas]. Porque creo en la vitalidad de las cosas. Cuando te ponen en un museo, te moriste, es como si te metieran en un congelador. Lo que también percibo es que no quiero exponer más porque es mucho esfuerzo para un día. A lo sumo si me imagino un modo de exposición es en algún tipo de publicación. Los libros de arte siempre los volvés a ver, en cambio en la exposición nunca se puede producir un encuentro íntimo.
Me interesaría conocer más en profundidad tu opinión sobre el espacio que se le otorga al arte figurativo dentro del circuito artístico actual. Hace algunos años afirmaste que pintando de manera figurativa el trabajo pasaba a tener un peso importante que opacaba la idea misma del “dinero por el dinero” ¿Seguís creyendo que responde a una perspectiva ideológica?
Ahora mi visión cambió un montón porque en ese momento y sobre todo hace diez años acá no había talleres de arte figurativo. Recién ahí se volvía a pintar. La ilustración digital apenas hacía diez años que estaba en movimiento. Antes del 2000 los concept se hacían con fibras. Todo evolucionó muy rápido. Antes era como algo maldito. Hoy por hoy los pibes de 19 y 20 años quieren ser ilustradores. Tienen una idea más mezclada respecto del arte, mucho mas valorizada la cuestión de la ilustración, la animación, la pintura figurativa. Cuando era chica iba a un taller de escultura en mármol con Orio dal Porto, y él me dijo una cosa que es cierta: “Belén, pintar figurativo siempre te va a dar de comer”. Hoy vivo de haber aprendido a pintar de manera figurativa. Después, la cuestión de si está o no en una sala de exposición me di cuenta que al final no me interesa. Si vos vas a un arteBA te encontrás muchas más obras figurativas que hace diez años. Antes, por ejemplo, ibas a cualquier lado y era perfo, perfo, perfo, objeto, objeto, objeto. El año pasado Abril Barrado ganó el Premio Nacional de Escultura con una obra buenísima, super figurativa. Algo cambió.

¿Hay alguno de tus cuadros del cual nunca te desprenderías?
Sí, hay un cuadro que a mi novio Franco y a mi familia les encanta, que es de las rosas con las manos. Creo que no lo vendería nunca porque si me desprendo de ese cuadro, todos se pondrían en mi contra. Me parece mi obra más lograda en relación a lo que quiero contar. Además, desde que dejé de pintar al óleo mi familia quiere aún más esas obras. A mí me gusta tener colgadas cosas de otros artistas. De hecho lo que me gusta no se parece a lo que hago.
¿Qué nuevas posibilidades encontraste para tu obra a partir de la utilización del medio digital?
¡Un montón! Primero, que no ocupa espacio. Podés hacer algo de las dimensiones que vos quieras mientras te aguante el RAM y la placa de video de tu computadora. No tiene olor. Podés pintar en un canvas de dos metros por dos metros y tu movimiento es más acotado y cuando estás pintando un bastidor de dos metros, no terminás más. Por más que uses pinceles grandes, exige un montón de esfuerzo físico. Entonces podés ir más rápido. Podés usar textura de foto, hacer photo bashing, 3D, cambiar todo el color de una escena en un movimiento con un par de opciones. Incluso ponerle un color que nunca hubieras usado en la realidad. Tu idea de lo que es pintar se amplía y te animás a mil cosas más.
A veces lo que pasa en concept es que te obliga a ser eficaz, a que las cosas no puedan salir mal. Usás recursos que en una pintura no usarías porque estarías jugando al error. A mí me enseñó mucho Carlos Cabrera, que es un ilustrador muy bueno que trabaja para Marvel. Y trabajando aprendí cuánto tiene que medir una escena, como armar un fondo para que puedan hacer el parallax. Yo no estudié animación ni cine en una universidad. Ahora un director de arte re groso me está explicando como hacer storyboard pero tal vez en una escuela de cine no te lo enseñan.

Por último, además de publicidades y películas, ¿adónde más te gustaría proyectar tu arte?
Quiero comprarme un casco virtual, un Oculus. Mi idea es en marzo del año que viene comprarme una computadora nueva y poder hacer cosas en realidad virtual. Vas moviendo y modificando las cosas. Es como estar adentro de un sueño lúcido.