
Vivimos continuamente inmersos en una cultura visual y a veces nos cuesta percibir que, con algunas variaciones, la mayoría de las imágenes que se suceden frente a nuestros ojos parecen ser siempre las mismas. En esta homogeneidad visual las redes sociales juegan un papel preponderante al actuar como jueces de lo que puede mostrarse y de lo que no en detrimento de una mayor libertad de exhibición. La obra de la fotógrafa argentina Verónica Bellomo tal vez sea consciente de esto pero lejos de acudir al shock visual como respuesta transita un camino aún mas difícil y menos evidente, ya que produce imágenes cuya aparente cotidianidad son el punto de inflexión para el surgimiento de nuevas ideas y reflexiones.
Con solo 35 años, su obra ya fue expuesta en diversas muestras individuales y colectivas en importantes museos y galerías del país, y su trabajo recibió numerosos premios, entre ellos el de la Bienal Argentina de Fotografía Documental (2014).
Su producción más conocida está marcada por tres series fotográficas que realizó en su lugar de origen, la ciudad de Bolívar. Origen (2007 – 2016) es justamente el nombre de su primera serie, enfocada en la porcicultura, la actividad laboral de su padre. Hombría (2010 – 2015), puede entenderse como un antecedente de la ola feminista actual ya que expone los primitivos gestos y actitudes que componen el mundo viril. Una reflexión similar se da en Fauna (2009 – 2015), en la cual el centro de su lente está puesto en las relaciones de poder que se ejercen entre seres humanos y animales y donde se produce un diálogo constante entre lo natural y lo construido o artificial. Actualmente centrando su trabajo en la perspectiva de género, Bellomo sigue produciendo una obra original que sin focalizarse en lo inusitado, aún consigue con su audaz ojo fotográfico ofrecer imágenes tan poderosas como la multiplicidad de significados que emergen desde ellas.
¿Cómo fue tu primer acercamiento a la fotografía?
Siempre cuento que a los 18 años me fui a estudiar Historia en la Universidad Nacional de la Plata (UNLP) y me fue mal en un final. Un amigo me dijo “¿por qué no estudiás algo que te guste?”. Siempre pasaba por la plaza San Martín de La Plata y veía carteles sobre talleres de fotografía así que me anoté y me encantó. Me mudé a Buenos Aires para hacer un terciario en fotografía, y nunca más la dejé. Ese fue mi acercamiento porque antes usaba camaritas pocket, chiquititas, familiares, y le sacaba fotos a unas amigas. No había tenido contacto con una cámara analógica, con rollo, diafragma y velocidad.
Además de fotógrafa sos licenciada en Crítica de Arte, ¿cómo se complementa este saber con tu trabajo fotográfico?
Primero me considero fotógrafa antes que licenciada en Crítica de Arte. Me encantó hacer la carrera, me ofreció un montón de conocimiento, de bibliografía y otras maneras de pensar. Estoy atravesada por un montón de textos que leí, imágenes que vi, cosas que la facultad me acercó, como teóricos del arte. La carrera englobó todo un conocimiento, lo ordenó y si me atraviesa como fotógrafa, no sé si soy del todo consciente al momento de tomar las fotos.

¿Pensás que para sacar una buena fotografía hoy en día es necesario tener un ojo crítico?
Es muy buena pregunta. No sé que es una buena foto y una mala foto. Las fotos que me gustan ofrecen otra manera de pensar o de ver el mundo, o de ver situaciones. Una imagen que para mí es buena es aquella que me ofrece otro punto de vista y que yo como espectadora no lo tenía en mi mente. Si uno tiene información o un pensamiento crítico o una posición tomada sobre lo que está fotografiando, la imagen va a ser más potente porque va a incluir más elementos que van a formar la idea de esa imagen.
Vivimos en una época donde lo políticamente correcto provoca censuras, y tus fotografías pueden resultar hirientes para activistas veganos y vegetarianos. ¿Hay cosas que las fotografías no deberían mostrar?
A mí me interesa la imagen como idea. Entonces, trabajé mucho con animales muertos o con la carne que son imágenes hirientes para vegetarianos pero yo no estaba haciendo apología de eso. Estaba mostrando y ofreciendo también mi punto de vista sobre eso. Sé que causan impresión pero de todas maneras hay imágenes más fuertes que yo no mostré, como montañas de animales muertos. No las puse a circular y las tengo guardadas porque no me parece que tenga que ir al golpe bajo. Había más sangre y pueden herir la sensibilidad de alguien pero yo estaba hablando de otra cosa. Estaba hablando de un vínculo de nosotros como seres humanos en relación a la carne, o en relación a los animales, a las relaciones de poder que nosotros ejercemos sobre esos animales. Tengo una serie que se llama Fauna donde hay animales embalsamados, que están exhibidos como trofeos, sacos de piel. Yo estaba poniendo a circular otras imágenes, que como un montaje, en relación una al lado de la otra, generan un discurso. Hoy, en cuestión de género también estamos debatiendo que imágenes mostrar de mujeres. Por eso el puño en alto. Estas mujeres fuertes, que salen a las calles, que salen a gritar, que se hacen oír su voz. Pero a mí me parece que hay otras imágenes que están circulando y que no muestran a esas mujeres fuertes y que son necesarias porque todavía a las feministas nos queda mucho por ganar. Por otro lado, ¿qué es lo políticamente correcto y qué no? Depende para quién lo mire.
Esas fotos de los animales las terminé de pensar en 2014, si tuviera que reeditar mi trabajo, capaz que surgirían otras distintas porque como te digo tengo más. Lo que pasa es que una no muestra todo.

Una de las fotografías más famosas de la época de la gran depresión es “La madre migrante” de Dorothea Lange. La mujer retratada Florence Owens Thompson nunca estuvo conforme con la circulación de esa imagen. ¿Pensás que existe un límite en aquello que se puede fotografiar al cual el fotógrafo debe ceder?
Sí, hay un límite. Es compleja la situación. Están buenos los acuerdos entre retratades y fotógrafes pero siempre depende también la situación. Si vos estás denunciando algo, no le vas a pedir permiso si la idea es que se conozca que esa persona está cometiendo un delito, no vas a hacer acuerdo con esta persona como fotógrafe. Hay personas a las que les encanta ser fotografiadas y jamás pedirían nada. Siempre depende de la situación y también de como se esté mostrando a esa persona y también es distinto donde circulan estas imágenes. Hay gente que se dejan retratar por quienes ganan dinero con esas imágenes y no les importa.
¿Qué podés contarme sobre tus series Origen, Hombría y Fauna?
Origen es más personal, autobiográfica. En Fauna y Hombría creo que logro tomar un poco más de distancia en esas imágenes, en esas series que construyo y ahora lo que estoy tratando de hacer es de tomar más distancia todavía. Obvio que hago temas que me interesan y porque me late, con el corazón. Pero trato de universalizar un poco. No sé si tengo ganas de hablar sobre mí, hablo desde mí pero no quiero hablar de mí.

Sin embargo, en tus tres series fotográficas más conocidas hay mucho de vos ya que fueron tomadas en Bolívar, el lugar donde naciste y te criaste. ¿Cómo lograste llegar al mismo lugar de inspiración sin caer en la repetición?
Es un lugar que quiero mucho. Una vez escuché una frase, no me acuerdo de quién era que dice “uno fotografía lo que ama”. A mi me gusta ese lugar. De hecho estoy en Bolívar haciendo la cuarentena. Uno fotografía lo que ama o lo que no logra entender. Tampoco es que he hecho mucho, soy muy joven también. Entonces, me parece que quedan algunos temas para tocar. Ahora ya salí un poco de los límites de Bolívar. Estoy trabajando en Provincia de Buenos Aires con una cuestión de género, con las elecciones de las reinas de belleza en eventos zonales, donde las ganadoras son después representantes de fiestas regionales. Al fotografiar me interiorizo un poco más, no es que me conozco los temas de memoria sino que al fotografiarlos los voy pensando, desintegrando. No voy a hablar de lo que no conozco.
El fotógrafo Sebastião Salgado dice que uno no fotografía con la cámara sino con su cultura.
Sí, y con su corazón también.

¿Qué más te interesa fotografiar que no forme parte de ese mundo con el que te identificás?
Hago fotos para la sección Cultura y Espectáculos de Página/12 y fotografío muchos artistas, escritores, cineastas. Me encanta pero no sé si es parte de mi obra autoral, eso es más parte de mi trabajo. Como te digo, lo otro son temas que me ponen más en discusión frente a un pensamiento.
¿En qué consiste tu trabajo actual y a futuro?
El futuro en pandemia [risas], ¿hay futuro? Sí, hay porque el tiempo sigue avanzando. Ahora estoy fotografiando dentro de la cuarentena, paisajes, la naturaleza. Me gusta, lo disfruto pero siento que las imágenes están re hechas, y re vistas, y que no ofrecen algo nuevo. No sé en que quedarán, supongo que en la computadora. Tengo ganas de cerrar el proyecto de las reinas y de volver a Buenos Aires post pandemia.

Por último, al ser fotoperiodista ¿cómo ves la situación actual de los fotoperiodistas independientes?
Para los acreditados, los freelance es más complicado. Yo estudié fotoperiodismo y a veces no cubro temas de actualidad. Estoy en un lugar que hasta ahora y toco madera, no hay casos de Covid-19. Entonces no estoy haciendo fotos de actualidad. Estamos un poco limitados. Primero, económicamente porque los medios no pagan muy bien o no quieren pagar las imágenes. Hay algunos que sí pero es difícil. Hay que tener permisos para circular, y me pregunto ¿qué imágenes tendría que hacer?, ¿qué cantidad de imágenes no se estarán haciendo? Me gustaría saber cuáles son esas historias de la gente que no se están contando.

*Retrato: Cortesía de Adrián Pérez.